El amor casi nunca tiene razones, o si las tiene, suelen
ir a la rezaga del sentimiento como la cola de un cometa.
Primero, inexplicablemente, se nos descalabra el corazón y luego,
tozudamente, el cerebro intenta darle un orden lógico al exabrupto,
sin mucho éxito.
Y es cuando el amor hace mella, las estrategias de resolución
de problemas, las buenas intenciones y los brebajes no encuentran el camino
de la restauración, nada se opone al placer amoroso, nadie puede
doblegarlo.
No existen razones manifiestas.
No hay demasiadas justificaciones y explicaciones, sino más bien
un rotundo "porque si", tan irracional como hermoso. ¿Y
por qué no?
El "te quiero" siempre implica ambición.
Suele incluir un "me perteneces" acaparador, cierta necesidad
de posesión.
Un amor no posesivo, toma el anhelo y deja el dominio: "No te quiero
para mi, ni siquiera te quiero para nada, sólo me gusta ser un
observador de tu ser: ¡qué dicha que existas, independientemente
de mi y más allá de mi!.
Para el filósofo Sponville, esa es la esencia del amor: la alegría
de que el otro exista.
Así de escueto y maravilloso.
Es una felicidad esencial, radical. ¿Y dónde que la reciprocidad,
la lucha por los derechos, el balance dador-receptor?
Queda justo antes: si violas derechos no puede haber alegría
de que existas, por que me haces daño.
En condiciones de respetabilidad y reciprocidad, tu existencia se justifica
a si misma en el amor, o mejor, el amor se justifica a si mismo en ti.
Los enamorados se miran hasta gastarse, se descubren, se maravillan,
se hipnotizan, porque el otro es fuente de éxtasis.
¡Qué alegría que existas!
Quizás esta posición pueda parecer demasiado idealizada,
ingenua o romántica, pero en realidad, cuando una pareja no manifiesta,
así sea de vez en cuando, el gesto bobalicón típico
de quienes están "felices de que el otro exista", es
que el amor anda cuesta abajo o se perdió en alguna curva.
Nadie es nadie.
La ambición del otro, el deseo de ser siamés, no corresponde
a un amor maduro y despojado de egoísmo.
El auto-respeto no es egoísmo, el absolutismo afectivo, si.
¿Cómo se expresaría un enamorado que se alegra
de que ella exista?: "Te quiero porque te quiero, porque se me da
la gana y aunque no quieras.
Te quiero cuando te siento coexistir y respirar al ritmo de mi respiración
que no cesa de quererte.
No eres mía ni de nadie, te perteneces a ti misma, y yo sólo
soy un voyerista que se deleita con tu paso por esta vida, que no es tuya
ni mía, y aún así intentamos compartir.
Lo mismo diría una enamorada de su hombre.
El amor es la alegría de que alguien exista.
Lo demás sobra y los demás también.
Es la felicidad sentida de que tu naturaleza me hace cosquillas, justo
ahí donde debiera.
Autor: Walter Riso
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